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Autómata eléctrico antiguo de la empresa francesa Roullet-Decamps : autómata" Oso bebedor "

Modelo : Autómata eléctrico antiguo
Temas : Antigüedades/Objetos de collección,Autómatas antiguos del siglo 19 y 20,Autómatas y cajas de música temáticas,Autómatas y cajas de música con osos

Autómata eléctrico antiguo de la empresa francesa Roullet-Decamps "Oso bebedor". Este autómata eléctrico realizado en los años 1930 funciona sobre una tensión de 110V. El oso autómata de piel de conejo bebe realmente, levantando su vaso y bajando


Peso : 2000 g Ref.. RC-01

dimensiones : 34 cm
3 500, 00 € TTC
2 916, 67 € HT

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descriptivo

Autómata eléctrico antiguo de la empresa francesa Roullet-Decamps " Oso bebedor ".

Este autómata eléctrico realizado en los años 1930 funciona sobre una tensión de 110V.

El oso autómata de piel de conejo bebe realmente, levantando su vaso y bajando su cabeza.

Este autómata eléctrico forma parte de los autómatas falsificados (fumadores, bebedores etc...) y funciona por relleno de su vaso por un líquido que circula en su cuerpo por medio de un tubo con el fin de hacerlo beber indefinidamente por medio de este circuito.

Es necesario anotar que este oso autómata ha sido totalmente restaurado y que el circuito por el cual circula un líquido ha sido totalmente rehecho.

Melodía de este autómata eléctrico: sin melodía.




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Especificaciones

Autómata eléctrico antiguo: animal autómata "Oso bebedor" (Ref : RC-01)

- Autómata eléctrico de los años 1930 con tensión de 110V.

- Autómata eléctrico de la casa Roullet-Decamps.

- Autómata eléctrico con piel de conejo y dos movimientos (cabeza y brazo).

- Este oso autómata ha sido totalmente restaurado y el circuito por el cual circula un líquido ha sido totalmente rehecho.

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asesoramiento

Autómata eléctrico antiguo: animal autómata "Oso bebedor" (Ref : RC-01)

Pequeña historia del autómata (4/4):

1848 - 1914:

A finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX se siguieron creando autómatas de todo tipo, pero la realidad es que no fueron tan elaborados como sus antecesores y estuvieron más guiados al mundo del espectáculo. Entre los más importantes caben destacar “La pareja” de Alexander Nicolas Theroude, los autómatas animales de Blaise Bontems, las figuras que realizaban pequeños trucos de magia o la encantadora de serpientes de Roullet & Decamps, el fumador turco de Leopold Lambert, los escarceos con el mundo de los autómatas de científicos como Nikola Tesla y su robot sumergible con mando a distancia o el autómata caminante de George Moore con forma humana y movido por la fuerza del vapor que podía recorrer distancias a casi 9 millas por hora. Finalmente, con el estallido de la Primera Guerra Mundial la industria de los autómatas desaparece y no renacerá hasta la llegada de los modernos robots.

Cabezas parlantes:

Dentro de los autómatas hay un grupo que ha tenido una gran difusión a lo largo de la historia, las cabezas parlantes, seres que se creían entre la mecánica y la magia que hablaban, aconsejaban a sus dueños o predecían el futuro. La leyenda y el mito han influido mucho en este tipo de mecanismos encontrándose las primeras versiones en antiguos cuentos árabes. Uno de los ejemplos más famosos es la cabeza con forma de hombre de Roger Bacon (1214-1294), hecha de latón y que podía responder a preguntas sobre el futuro, la de Alberto Magno con forma de mujer, la de Valentín Merbitz que decían que hablaba varios idiomas, otros dicen que gracias a un ventrílocuo, la cabeza parlante del papa Silvestre II que respondía aleatoriamente “sí” o “no” a las preguntas que se le hacían, o la figura de la santa que hablaba de Atanasio Kircher, además de su libro “Misurgia Universalis” donde describe con detalle la creación de figuras que pueden mover los ojos, labios y lengua.

En cualquier caso, la mayoría de ellas conseguían la “voz” a través de diversos sistemas. El primero con base documental en conseguirlo fue Kratzenstein que con un sistema de tubos de órgano podía reproducir las vocales. Más tarde Wolfrang von Kempelen explicaba en una de sus obras como fabricar y manipular una de estas máquinas para que pueda pronunciar algunas frases breves a través de una especie de fuelle por el que pasaba el aire y se modulaban los sonidos. O las creadas por el abate Mical, de tamaño natural y que, exhibidas de dos en dos, se contestaban la una a la otra. Ya en el siglo XIX Joseph Faber ideó la versión más perfecta de estas máquinas, bautizada como ''Euphonia'', que se utilizaba como el órgano de una iglesia y que podía desde recitar el alfabeto hasta responder preguntas, susurrar o reír.

Jugadores de ajedrez:

Wolfgang von Kempelen inventor, como se ha señalado anteriormente, de una de las primeras máquinas parlantes fue también creador de uno de los más famosos autómatas de la historia, que a su vez, fue uno de los mayores fraudes de su tiempo pero que, a pesar de ello, impulsó la creación de autómatas jugadores de ajedrez hasta casi nuestros días. Se trata de El Turco.

Construido en 1769, “El Turco” estaba formado por una mesa donde estaba colocado un maniquí con forma humana vestido con ropajes árabes. Una puerta en la parte frontal se abría y dejaba ver el supuesto mecanismo de funcionamiento del autómata. Este jugador fue una de las mayores atracciones de la época ya que, según contaban, era invencible. Viajó a lo largo de Europa aún después de la muerte de su creador, pasando a manos de Johann Mäzel, llegando a derrotar al mismísimo Napoleón Bonaparte durante la campaña de la Batalla de Wagram. Después de viajar por Estados Unidos aterriza en Cuba donde muere William Schlumberger, ayudante de Maezel, y posible encargado de introducirse dentro del autómata para jugar las partidas, ya que después de esta muerte “El Turco” dejó de exhibirse hasta acabar destruido en 1845 en el gran incendio de Filadelfia. Más tarde se dijo que, a lo largo de su historia, el autómata había tenido varios operadores que movían el mecanismo gracias a un tablero de ajedrez secundario. Cada pieza del tablero principal contenía un imán, así el operador podía saber que pieza había sido movida y dónde. El operador hacía su movimiento mediante un mecanismo que podía encajarse en el tablero secundario, indicando al maniquí donde mover.

La fama de este autómata hizo que se crearan otras muchas réplicas con el mismo truco de funcionamiento, algunas de ellas en el siglo XIX como es el caso de ''Ajeeb'' presentado por Charles Arthur Hooper en 1868; Ajeeb iba vestido de egipcio y fue exhibido muchas veces en Europa y América hasta 1929 cuando también fue destruido en un incendio; consiguiendo ganar un torneo de ajedrez en Londres sin que nadie se percatara del artificio. Tambien ''Mephisto'' nacido en 1876, por Charles Godfrey Gumpley, fabricante de libros ortopédicos, Se enfrentó a varios jugadores importantes como Henry Bird y Joseph Henry Blackburne, manejado según parece por Gunsberg. Ibero, Ramón. “Diccionario de Ajedrez”. Ediciones Martínez Roca.

Sin embargo, sí existió un autómata cuyo funcionamiento era totalmente real. Su creación se debe al español Leonardo Torres Quevedo, ingeniero y matemático, inventor de “El Ajedrecista” presentado en la feria de París de 1914. Funcionaba utilizando unos electroimanes bajo el tablero, jugando automáticamente hasta el final con un rey y una torre contra un rey desde cualquier posición sin ninguna intervención humana.

Así, podemos considerar a estos autómatas, tanto los falsos como los reales, como pioneros de los modernos juegos de ajedrez informáticos y de ordenadores como Deep Blue (computadora) que mantienen el mismo espíritu y objetivos que sus predecesores: conseguir que una máquina pueda vencer a la mente humana.










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